
Desde 1812 hasta ahora el Olmo ha dado cobijo a jóvenes y ancianos bajo su copa, se ha alimentado de sus conversaciones y sus raíces han crecido luchando contra el tiempo. Durante casi dos siglos allí se han sentado a conversar los vecinos, los niños han jugado en las cavidades de su tronco, se han instalado los tenderetes del mercadillo de los Viernes y se han celebrado miles de verbenas, espectáculos y actos públicos. A su sombra los vecinos se han reunido para el reparto de las aguas en los campos, para celebrar el enlace de nuevas parejas o dar su último adiós a sus seres queridos. Bajo sus ramas ha transcurrido la historia de nuestro pueblo.
Pero la historia también ha dejado sus propias marcas en el árbol. A finales del siglo XX sufrió un incendio que estuvo a punto de destruirlo, pero gracias a la cooperación vecinal pudo ser sofocado y el árbol se recuperó de forma milagrosa dejando un tronco hueco que asombra a propios y extraños. Sus raíces a veces se rebelan levantando el pavimento y rompiendo tuberías; hace unos años la Iglesia de los Santos Reyes tuvo que ser reformada ya que habían penetrado en su estructura, debilitándola y amenazando con destruirla. Y recientemente al Olmo se le ha roto uno de sus brazos, una rama de grandes dimensiones, que cayó al suelo durante la celebración de las fiestas.