En el siglo XIX las autoridades dispusieron que se plantara un olmo en la plaza de cada pueblo para celebrar la Constitución aprobada por las Cortes de Cádiz. De esta manera el árbol simbolizaría las libertades constitucionales y la democracia y bajo sus ramas protectoras acogería a todos los ciudadanos y a las actividades que desarrollaran. Los que en esa fecha plantaron uno de ellos en una plaza de Castellnovo no imaginaban que crecería tanto y tendría tan larga vida que llegaría a ser declarado Árbol Monumental por la Diputación de Valencia.
Desde 1812 hasta ahora el Olmo ha dado cobijo a jóvenes y ancianos bajo su copa, se ha alimentado de sus conversaciones y sus raíces han crecido luchando contra el tiempo. Durante casi dos siglos allí se han sentado a conversar los vecinos, los niños han jugado en las cavidades de su tronco, se han instalado los tenderetes del mercadillo de los Viernes y se han celebrado miles de verbenas, espectáculos y actos públicos. A su sombra los vecinos se han reunido para el reparto de las aguas en los campos, para celebrar el enlace de nuevas parejas o dar su último adiós a sus seres queridos. Bajo sus ramas ha transcurrido la historia de nuestro pueblo.
Pero la historia también ha dejado sus propias marcas en el árbol. A finales del siglo XX sufrió un incendio que estuvo a punto de destruirlo, pero gracias a la cooperación vecinal pudo ser sofocado y el árbol se recuperó de forma milagrosa dejando un tronco hueco que asombra a propios y extraños. Sus raíces a veces se rebelan levantando el pavimento y rompiendo tuberías; hace unos años la Iglesia de los Santos Reyes tuvo que ser reformada ya que habían penetrado en su estructura, debilitándola y amenazando con destruirla. Y recientemente al Olmo se le ha roto uno de sus brazos, una rama de grandes dimensiones, que cayó al suelo durante la celebración de las fiestas. En cuanto las autoridades locales tuvieron noticia de este hecho avisaron urgentemente a su equipo médico particular capitaneado por Bernabé Moya. Bernabé Moya Sánchez es botánico, escultor y director del Departamento de Árboles Monumentales de la Diputación de Valencia pero también el mejor amigo que el Olmo de Castellnovo tiene fuera de su pueblo. En el 1997 el Ayuntamiento de Castellnovo contrató al mejor especialista para que recibiera los mejores cuidados y evitar que el hongo de la grafiosis hiciera mella en él. La grafiosis es una enfermedad devastadora que está matando a los olmos de toda España dejándoles al borde de la extinción y de la que no se conoce remedio. Así que, desde hace más de una década, el Olmo celebra cada visita de Bernabé y de todo su equipo y le espera orgulloso en su plaza como el mejor paciente del mundo mientras lo revisan, lo podan y lo cuidan con mimo.
Esta vez, por suerte, no ha sido la grafiosis, sino que la rama cayó por otras circunstancias. Una nueva fecha ha quedado marcada en su cuerpo en forma de boquete, pero él sabe bien como curar sus heridas. De todos aquellos ejemplares que se plantaron en las plazas de la Comunidad Valenciana tan sólo resisten a esta enfermedad dos de ellos y están en el Alto Palancia: uno de ellos es el de Navajas, el otro: el nuestro. Resulta irónico que un olmo que ha sobrevivido durante 200 años a las tormentas, las guerras, el fuego y casi destroza una iglesia tenga su mayor enemigo en un hongo tan pequeño que sólo se puede ver al microscopio.
Conociendo su fortaleza, seguro que también ganará esta batalla.
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