En el siglo XIX las autoridades dispusieron que se plantara un olmo en la plaza de cada pueblo para celebrar la Constitución aprobada por las Cortes de Cádiz. De esta manera el árbol simbolizaría las libertades constitucionales y la democracia y bajo sus ramas protectoras acogería a todos los ciudadanos y a las actividades que desarrollaran. Los que en esa fecha plantaron uno de ellos en una plaza de Castellnovo no imaginaban que crecería tanto y tendría tan larga vida que llegaría a ser declarado Árbol Monumental por la Diputación de Valencia.Desde 1812 hasta ahora el Olmo ha dado cobijo a jóvenes y ancianos bajo su copa, se ha alimentado de sus conversaciones y sus raíces han crecido luchando contra el tiempo. Durante casi dos siglos allí se han sentado a conversar los vecinos, los niños han jugado en las cavidades de su tronco, se han instalado los tenderetes del mercadillo de los Viernes y se han celebrado miles de verbenas, espectáculos y actos públicos. A su sombra los vecinos se han reunido para el reparto de las aguas en los campos, para celebrar el enlace de nuevas parejas o dar su último adiós a sus seres queridos. Bajo sus ramas ha transcurrido la historia de nuestro pueblo.
Pero la historia también ha dejado sus propias marcas en el árbol. A finales del siglo XX sufrió un incendio que estuvo a punto de destruirlo, pero gracias a la cooperación vecinal pudo ser sofocado y el árbol se recuperó de forma milagrosa dejando un tronco hueco que asombra a propios y extraños. Sus raíces a veces se rebelan levantando el pavimento y rompiendo tuberías; hace unos años la Iglesia de los Santos Reyes tuvo que ser reformada ya que habían penetrado en su estructura, debilitándola y amenazando con destruirla. Y recientemente al Olmo se le ha roto uno de sus brazos, una rama de grandes dimensiones, que cayó al suelo durante la celebración de las fiestas.
Conociendo su fortaleza, seguro que también ganará esta batalla.
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